Leche de vaca, ¿sí o no? Esa es
la cuestión. La leche de origen animal, la que normalmente se bebe en nuestros
hogares que procede de la vaca, siempre ha sido objeto de polémica, y por
muchos motivos. Entre ellos porque la industria lechera se ha encargado de
ensalzar este producto hasta extremos injustificados, y para ello no han
faltado estudios eso sí, financiados por esta misma industria, convirtiendo a este
alimento en imprescindible y en el alimento más sobrevalorado del mundo. A la
industria efectivamente no le faltan motivos: se dedica a venderlo, y a ganar
dinero con ello.
Para situarnos, podemos empezar explicando que la leche materna humana,
que sería la única de origen animal que deberíamos ingerir y sólo durante
nuestra infancia, se ha consumido durante millones de años, en primer lugar por
los precursores del hombre y después por el mismo “homo sapiens”.
Tan sólo hace 9.000 años que se comenzó a domesticar a ciertos animales
en función de la geografía y las etnias humanas: vaca, cabra, oveja, burra,
yegua, camella, búfala, yak, llama o reno… Según la zona y la cultura, así son
los animales proveedores de leche. En el caso concreto de Europa, la ganadería
existe como tal desde hace algo menos de 5.000 años, situando la selección de
vacas lecheras en una época tan reciente, como a mediados del siglo 19.
Evidentemente durante mucho tiempo la leche de vaca sirvió para
alimentar a los terneros, como es lógico y normal. La cultura de dar leche de
vaca a los niños simplemente no existía antes de estos últimos 50 años, y éstos
eran amamantados por su madre, o por una nodriza que se prestara a ello, como
era habitual si a la madre le surgía algún problema o inconveniente. Es en este
último medio siglo, donde la leche de origen animal ha alcanzado un lugar
preponderante en la alimentación de niños y también de adultos.
Los beneficios de la leche humana (LH) no los puede asumir ningún otro
producto, aunque la industria se empeñe en lo contrario. De hecho la publicidad
de las denominadas leches de continuación, están reguladas por una especie de
comité ético que no permite ciertas técnicas de publicidad para ensalzar estos
productos artificiales, pero útiles si surge a algún problema a la mujer que da
el pecho, no así para sustituir alegrementemente la LH materna.
La LH presenta el doble de lactosa (azúcares) que la de origen animal
favoreciendo que los minerales que contiene se asimilen mejor en forma de
cloruros, previniendo el raquitismo. La LH acidifica el intestino delgado
terminal haciendo que se acelere el tránsito intestinal y se cree una
protección contra gérmenes patógenos. La madre también provee a su lactante de
las necesarias enzimas (lactasa) de origen humano, para que el bebé pueda
asimilar perfectamente dicha cantidad de lactosa.
Aporta más de 50 variedades de azúcares como las ginolactosas, ausentes
en la leche de vaca. La LH es más rica en grasas, saciando más y mejor al bebé
siendo los ácidos grasos que contiene, de mayor calidad absorbiéndose con mayor
efectividad y conteniendo ácido gammalinolénico exclusivo de la LH, que es
primordial para el desarrollo del sistema nervioso y neuronal. Por supuesto,
también aporta los famosos Omega-3, responsables cuasi absolutos del correcto
desarrollo del cerebro.
En el aspecto proteico, la leche de origen animal contiene 3 veces más
de proteína. Se puede pensar que quizá más cantidad de proteína pueda ser más
beneficioso para el desarrollo de nuestros bebés, pero la razón evolutiva es
que la leche de vaca está diseñada para que el ternero pueda alcanzar
fácilmente en el primer año los 100 kilos. En el ser humano, la prioridad es el
correcto desarrollo y crecimiento del cerebro de forma lenta pero segura. La LH
está diseñada para ir logrando esto, como decíamos anteriormente. Respecto a
esa cantidad de proteína, presenta un 80% de caseína de difícil digestión,
conteniendo una estructura primaria diferente a las proteínas humanas con zonas
donde los aminoácidos no son los mismos y donde dicha proteína bovina puede
resistir en parte, el proceso enzimático y a la flora bacteriana.
Por ello, puede suceder que las macromoléculas de esta caseína
atraviesen la mucosa del intestino delgado, mal protegido por un mucus
insuficiente y no adecuado en el bebé, pudiéndose observar:
1-
Signos clínicos de intolerancia a la leche de
vaca.
2-
Desarrollo de anticuerpos contra diversas
proteínas de origen bovino (alergias)
¿Os suena esto? Todos conocemos casos infantiles, y cada vez más también
por otros motivos, que presentan estos problemas: intolerancias y alergias.
Suele suceder que con un tratamiento médico y dietético adecuado, estas
molestias y síntomas, cesen cuando el niño se vaya haciendo mayor. En el peor
de los casos, puede durar toda la vida. Es un caso similar, al que ocurre con
los celíacos, provocado por el glúten, que es la proteína de algunos cereales
costosos de digerir a determinadas edades.
Prosigamos con la leche: en la leche humana podemos encontrar muchas más
ventajas, respecto a la leche de vaca o la de continuación. Contiene más
cisteína, menos metionina, fenilalanina y tirosina. Contiene pequeños péptidos
(uniones de proteínas más asimilables) con útiles funciones como la mayor
absorción de vitamina B12, ácido fólico y zinc. Encontramos muchísimas enzimas
aportadas por el organismo de la madre como la fosfatasa alcalina, enzimas
proteolíticas principalmente la lipasa, permitiendo la hidrolisis
(descomposición en moléculas pequeñitas más fácilmente asimilables) de los
triglicéridos, ya que la lipasa pancreática infantil es de una actividad muy
débil.
Contiene dosis menores de sodio, calcio, fósforo, magnesio y manganeso
que en unión con otros elementos minerales, provoca que no haya desequilibrios
entre estos oligoelementos haciendo que la absorción sea óptima y adecuada. En
la leche de vaca esto no es así, ya que el hierro que presenta puede provocar
que queden restos en el intestino, corriendo el riesgo de que proliferen
gérmenes patógenos.
La leche de vaca contiene mucho calcio, demasiado. Os recuerdo que el
ternero lo necesita para el rápido crecimiento de su esqueleto. En el ser
humano no es necesaria tanta cantidad, aunque nos bombardeen con esto todos los
días y a todas horas. De hecho tomar calcio en exceso puede provocarnos
calcificaciones en diferentes puntos de nuestro organismo: tendones, arterias,
riñones, etc. Aunque bien es cierto que no se llega a absorber todo el que
ingerimos, debido al desequilibrio que existe con el exceso de fósforo, también
podemos padecer una paradójica hipocalcemia. En general, el calcio de la leche
de vaca es muy poco accesible. Su exceso se excreta a través de las heces en
forma de fosfato de calcio. Esto nos beneficia, evitando la calcificación que
os comentaba.
Las fuentes de calcio más idóneas y asimilables se encuentran en los
alimentos provenientes del suelo. Así lo obtiene a su vez la vaca. Se procura
en cantidades suficientes y asimilables con las verduras, las leguminosas, las
ensaladas y la fruta. De hecho el brócoli contiene cantidades ingentes de este
mineral.
Otro aspecto mucho más interesante que ingerir calcio que no se absorbe,
ni se fija en el tejido óseo, es procurarse suficiente vitamina D3 (en realidad
actúa como una hormona) en conjunción con la vitamina K2. Este aporte extra de
dichas vitaminas en conjunción con ejercicio que estimule nuestras células
creadoras de hueso (osteoblastos), hará
más por nosotros que toneladas de calcio. Pero esto no le interesa a la
industria láctea que lo sepas…
La LH también potencia los leucocitos, al contener en su composición
macrófagos, linfo citos T y B, así como
neutrófilos polinucleares. Estas células refuerzan las defensas inmunitarias,
convirtiendo al bebé en más resistente a las infecciones digestivas y de tipo
general, que otro alimentado con leche de vaca o de sustitución. También se
encuentran numerosos nucleótidos y hormonas como la insulina, el factor del
crecimiento epitelial, el factor de crecimiento nervioso, prostaglandinas y
también eicosainodes, todo ello orientado y diseñado para el desarrollo del
cerebro humano.
¿Y qué más podemos añadir de las leches de
sustitución o también denominadas de continuación? Pues este tipo de productos
diseñados por especialistas son más adecuadas, sin llegar a ser idóneas a las
necesidades de nuestros bebés como decíamos. Se parecen a la materna, pero
siguen teniendo carencias y diferencias importantes:
-
Siguen careciendo de sustancias propias de la
LH, como las ginolactosas, inmunoglobulinas A y lipasa.
-
Contiene betalactoglobulina, ausente en la LH.
-
Y lo más fundamental: se ingieren proteínas
bovinas en un tubo digestivo programado para digerir proteínas humanas.
En consecuencia, este tipo de leches tampoco son idóneas. Pero los
especialistas en nutrición consideran que las proteínas de la leche de vaca
siguen siendo igual de beneficiosas que las de la leche humana materna, no
representando ningún peligro para el recién nacido. Respecto a esto debemos
reflexionar partiendo del sentido común sobre algunos hechos, ya que ningún
animal salvaje se alimenta de la leche de otro animal, ni sigue tomando leche
después del destete. Pero estas dos reglas naturales, son transgredidas por el
hombre y ciertos animales domésticos.
Concluyendo para los bebés y niños, podemos afirmar que es totalmente necesario y prioritario que el recién
nacido tome exclusivamente la
leche de su madre durante el mayor tiempo posible, para su óptimo desarrollo global y evitar
posibles problemas gástricos y de
intolerancia. Esto supone un “pequeño”
sacrificio en tiempo y molestias para la madre (dado el “mundo de las
prisas” en el que nos movemos), pero un GRAN beneficio para el bienestar de nuestros niñ@s.
En la segunda parte de este artículo veremos, en referencia al consumo
de la leche que nos venden para adultos, lo que realmente nos venden y lo que
realmente interesa a la industria lechera. Hasta pronto.
Jesús EP
masca104@hotmail.com
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