Antes de proseguir en el
desarrollo del primer artículo, quiero mostraros una nueva disciplina dentro de
la nutrición, que es de reciente creación y donde se están llevando a cabo
increíbles descubrimientos y avances en lo que a la nutrición se refiere: La
Epigenética.
Esta ciencia dentro de la nutrigenómica, estudia la interrelación entre
los nutrientes de la alimentación e incluso otros factores ambientales, con los genes y
sus mutaciones en los seres humanos. Por ejemplo, se cree que el hambre en sí
no puede afectar a los genes, pero que el efecto de pasar hambre en situaciones
extremas podría hacer que el efecto de algunos genes relacionados con
enfermedades, se activasen o se desactivasen.
Los investigadores afirman que la dieta y la actividad enzimática
influyen enormemente en la activación y desactivación de los genes, siendo este
impacto transmitible a las siguientes generaciones. Por otro lado, de esta
manera se deduce que por ello hemos llegado a ser lo que somos, dada las
modificaciones genéticas producidas en función de nuestro entorno generación
tras generación durante miles de años.
Por tanto, la comida no sólo nos nutre sino que puede llegar a modificar
nuestros genes. De hecho, se han realizado experimentos con gemelos, que han
llevado diferentes estilos de vida a partir de un punto concreto de su vida en
lo que respecta a su alimentación y hábitos, produciéndose cambios en el ADN de
ambos individuos, aunque sigan presentando el mismo patrón genético.
Estos cambios que se producen en gemelos, se deben a la metilación del
ADN que comienzan a diferenciarse más acusadamente a partir de la edad en la
que su estilo de vida y alimentación deja de ser la misma. De hecho desde el
punto de vista epigenético según los investigadores, dejarían de presentar la
misma genética.
¿Qué factores pueden afectar a estos cambios en nuestro organismo? Pues
está claro que se debe a la alimentación y las bebidas que ingerimos, a los
venenos y drogas como por ejemplo el alcohol, e incluso a los materiales
sintéticos que tocamos o a las sustancias químicas a las que estamos expuestos
como por ejemplo el Bisfenol A o el tabaco…; todo ello juega un importantísimo
papel. Los rayos UV del sol y las hormonas del stress tienen mucho protagonismo
y peso epigenético también.
Básicamente nuestro estilo de vida
es el que influencia y determina nuestro desarrollo epigenético
activando o desactivando genes, convirtiéndonos en lo que somos.
Todo esto, pero fundamentalmente el papel de la alimentación, está
siendo estudiado en Amsterdam a través del triste episodio de bloqueo
alimenticio durante 6 meses, al que fueron sometidos los holandeses en el
invierno de 1944 por parte de los alemanes en la segunda guerra mundial,
muriendo miles de personas y resultando especialmente afectados los menores y
las mujeres embarazadas.
Aunque una hambruna por extrema que sea no puede modificar nuestro ADN
como comentaba al principio, se observó que la malnutrición que padecieron los
holandeses, activó y desactivó de forma permanente los genes de los niños de la
generación de la postguerra, según los investigadores holandeses. Esto hace que
algo que ocurrió hace años, tenga un efecto biológico más tarde confiriendo,
según explica la epigenética, memoria a las células al dejar marcas muy
establecidas y localizadas.
En otro lugar lejos de Europa, en concreto en la India, se investigó a
un grupo étnico de personas vegetarianas por convicciones religiosas en las que
los adultos y los niños gozaban de perfecta salud a pesar de las pésimas
condiciones de higiene (comparadas con las de Europa) en las que se movían,
proporcionándoles su dieta todo lo que precisaban diariamente.
Varias familias de esta etnia al emigrar a Inglaterra enfermaron
enseguida a pesar de seguir comiendo de la misma manera. Esto se debía al hecho
de que las verduras al lavarse meticulosamente, se llegaba a eliminar una
bacteria que proporcionaba la vitamina B12 a este tipo de personas
vegetarianas. La vitamina B12 es muy importante en el metabolismo así como a
nivel neurológico.
Otro ejemplo lo encontramos en Japón. A pesar de ser una gran potencia
mundial y de estar fuertemente industrializada, es uno de los países con más
baja incidencia de cáncer en comparación con otros de similar industrialización.
La explicación se encontraba en el consumo de té verde que en Japón está muy
extendido y la sustancia derivada de hervir sus hojas frescas, que da como
resultado un “elixir” que reactiva a un gen que con la edad se va desactivando,
haciendo que estos genes activados luchen contra las células de origen
cancerígeno.
Esta sustancia que contiene el té verde, es la Epigalocatequina-3 Galato
(EGCG), e inhibe la acción de las células tumorales y cancerosas. Células tumorales
por otra parte, de las que se crean en nuestro organismo diariamente 500.000 de
ellas, y de las que tiene que encargarse nuestro sistema inmunológico.
Por tanto, lo que comemos y nuestros hábitos influyen en nuestra salud y
en ocasiones para el resto de nuestra vida, como demuestra día a día la
epigenética. Pero los científicos demuestran lo que ya se “sabía” o simplemente
se sospechaba de algunos alimentos que estaban muy bien considerados y su
influencia en nuestra salud en la antigüedad, como por ejemplo en lo que respecta
a las propiedades del aceite de bacalao y el pescado, que se ha visto que
activan los genes que generan anticuerpos, o las propiedades que nos aportan
las frutas, que controlan el crecimiento desmesurado y sin control de células
(cáncer).
La primera en sospechar del poder del brécol fue Catalina de Medici (1519-1589),
reina de Francia que tuvo 10 hijos,
muriendo algunos de ellos. Ella hizo traer brócoli, entre otras verduras y
hortalizas desde su Italia natal, ya que creía en sus propiedades nutritivas y
saludables, logrando que sobrevivieran el resto de sus hijos.
Los investigadores sospechan que existe una herencia epigenética, y que
todo lo que hagamos puede llegar a influir en los genes que trasmitamos a
nuestros hijos. E incluso siendo los primeros momentos de gestación del feto y
lo primero que comen los niños en sus primeros meses, dos de los momentos más cruciales
para su correcto desarrollo. De hecho, esto es tan importante y determinante
que existe una sustancia que se desprende de los envases plásticos como pueden
ser los biberones, que es el Bisphenol A, que tiene consecuencias hormonales al
comportarse como un estrógeno sintético, prohibiéndose su uso en algunos países
europeos.
Sería como dar a nuestros bebés píldoras anticonceptivas cada vez que
recalentamos su biberón de comida. También esta sustancia podría ser la
responsable de acelerar la pubertad en las niñas, haciéndoles crecer el pecho a
muy temprana edad. En los varones también podría ser el causante de desarreglos
y disfunciones como la ginecomastia o el sobrepeso.
En los adultos, los estudios indican que este compuesto podría incidir
en aumentar el grado de obesidad haciendo que engordemos más. Por supuesto los
estudios que presenta la industria del plástico, muestra a este compuesto como
inócuo. Aun así, en Francia y en otros países europeos han vetado al Bisphenol
A, prohibiendo su presencia en los plásticos destinados al sector alimentario.
Aquí en España, aún se lo están pensando…
De hecho, la ingesta de los fitoestrógenos presentes en la soja
alimenticia en ratones genéticamente idénticos, hace que el pelaje de estos
animales sea más claro o más oscuro en función de la prevalencia de soja en su
comida.
RESUMIENDO:
La conclusión es que la epigenética podría tratar y descubrir
enfermedades incluso antes que éstas se manifestasen y que el desarrollo de
medicamentos epigenéticos será la gran novedad en un futuro quizá no muy lejano.
Mientras llegan esos medicamento, una dieta adecuada podría prevenir estas enfermedades
y algunos cánceres.
Para ello contamos con las estrellas de la nutrición epigenética que
son: el aguacate, la granada y el brócoli, cuyos “milagrosos” efectos se llevan
investigando desde hace mucho tiempo.
También juegan un papel muy importante las hortalizas y verduras de hoja
verde y los cereales, al contener ácido fólico (sustancia esencial en la desmetilación
de los genes). Las espinacas, la cebolla, el ajo, la coliflor, las bruselas…
contrarrestan los efectos de los xenoestrógenos ambientales como los que aporta
el Bisphenol A.
El pescado azul es muy importante en la mujer gestante, al contener
grasa esencial para el correcto desarrollo cerebral del feto. Este tipo de
pescado contribuye a un mayor rendimiento cognitivo y a una mayor longevidad en
los adultos, gracias a los Omega-3 y al Selenio que contienen.
El cacao (que no el chocolate…) con la gran cantidad de antioxidantes
que presenta, son muy destacables sus beneficios. Por el contrario cabe señalar
que en ciertos estudios se ha culpado al consumo de carne como la causante de
restar años a nuestra vida.
Y ¿qué decir de nuestro maravilloso oro líquido como es el aceite de
oliva…? Sus polifenoles suprimen a unos genes promotores de la inflamación
celular, reduciendo la oxidación del ADN.
Incluso los investigadores señalan que el ser optimista tiene efectos
epigenéticos: pensar de forma positiva, vivir sin contradicciones, ser buena
persona, generoso, agradecido y ser feliz, contribuye a la salud de nuestro
ADN… Pero esto último no hace falta que te lo digan los científicos… ¡Es de
cajón!
Por tanto, no podemos culpar a nuestros genes por nuestro comportamiento
o enfermedades ya que nosotros también somos responsables en última instancia
de como los activamos y en qué forma lo hacemos en relación a nuestra conducta
y a la manera en la que nos exponemos a los carcinógenos o a las sustancias
ambientales.
Lo de “Somos lo que comemos” se ha convertido en realidad.
A modo de ilustración en el siguiente gráfico, podemos comprobar como
las muertes producidas en 1900 difieren en su tipología de las producidas en
2010, en que las primeras tienen un componente más infeccioso (condiciones de
vida más duras) que genético además de presentar un perfil más variado en
cuanto a patologías.
En las muertes de 2010 destacan las enfermedades cardiovasculares como
puede ser el infarto de miocardio debido a nuestros actuales hábitos
nutricionales y de estilo de vida, junto al cáncer (¿de origen genético o
epigenético?), así como la aparición de nuevas patologías como el Alzheimer o
la diabetes tipo 2, esta última aumentando por momentos.
Jesús EP