Podemos considerar al tejido adiposo, como el tejido que
tiene como función el almacenamiento de la grasa corporal. Un órgano más en
nuestro organismo como se hace desde hace unos pocos años por parte de investigadores
médicos, dado que interactúa con el cerebro y con el resto del sistema
endocrino como en el próximo artículo os mostraré.
La epidemia de
obesidad o del exceso de grasa corporal,
hace que este tejido adiposo crezca a modo de cómo lo hacen las células
cancerosas en el desarrollo de un tumor. Todo esto también provoca inflamación,
siendo la fase previa a la obesidad epidémica. Y cuando hablamos de
inflamación, me estoy refiriendo a un tipo de inflamación celular crónica por
debajo del umbral del dolor.
Pasado el tiempo
estaremos a merced del síndrome metabólico crónico, con síntomas como triglicéridos
altos, colesterol bueno (HDL) bajo, así como niveles altos de insulina.
Síntomas que si no se tratan, o mejor dicho, si no se corrigen mediante la reprogramación
alimentaria y por supuesto, la implantación en nuestra vida de la actividad
física, irremediablemente estaremos abocados a un accidente de tipo
cardiovascular quizá irreversible, o en el mejor de los casos, que padezcamos
diabetes en el plazo de una década o incluso en menos tiempo, al margen de un
agravamiento o una aceleración de dolencias y patologías que podamos padecer
dada nuestra programación genética y su correspondiente activación antes de
tiempo a raíz de esta inflamación invisible, dando comienzo en nuestro
organismo una de las muchas o varias al mismo tiempo de las enfermedades
crónicas que actualmente padecen muchas personas.
La conexión entre
la obesidad y la enfermedad crónica se produce cuando empieza a desprenderse
grasa que se localizaba en las células adiposas (adipocitos), convirtiéndose en
tóxica y vertiéndose en la sangre afectando a todo nuestro organismo incluyendo
al cerebro y a nuestro sistema inmunológico. El resultado, son enfermedades
“nuevas” (como ya vimos en el anterior artículo sobre la
Epigénetica ) como cardiopatías, cáncer, parkinson, Alzheimer, alergias, asma,
diabetes, fibromialgia, artritis, lupus, síndrome de Chron, colitis ulcerosa,
depresión, etc.
Entre otros
factores como puede ser la falta de actividad física o el exceso calórico, os
muestro los 4 factores principales que provocan mayormente este tipo de
inflamación:
Hidratos de carbono refinados de bajo precio: Este tipo de CHO (carbohidrato)
hace que se genere mucha insulina. Los alimentos procesados hacen que este tipo
de comida resulte muy sabrosa a base de carbohidratos refinados, y la industria
aprovecha los mecanismos de recompensa del cerebro para provocar que nos
“enganchemos” a este tipo de CHO’s. Lo compondrían los almidones refinados,
harinas ultrarefinadas, bollería industrial, pan barato, dulces, azúcares en
forma líquida (refrescos), fructosa en alta cantidades, etc.
Aceite vegetal barato: Los aceites que contienen grandes
cantidades de Omega-6 como el maíz, el girasol, cártamo y de los de baja
calidad como el lampante, en conjunción con la insulina secretada por la
ingestión de los CHO’s anteriores, son la materia prima para la fabricación de
ácido araquidónico (AA) en nuestro organismo, grasa muy perjudicial y tóxica, y
para que os hagáis una idea de los efectos de esta sustancia: una inyección de
este ácido graso a un conejo o a un perro, causa su muerte en unos minutos debido
a la inflamación aguda, provocando un fallo multiorgánico.
Si en casa
utilizas este tipo de aceite, cosa que no te recomiendo encarecidamente,
imagina que es lo que utilizan en las cadenas de comida rápida o incluso en
algunos establecimientos hosteleros para cocinar…
Ausencia o disminución de Omega-3 (aceite de pescado): Estos ácidos grasos se comportan
como potentes antiinflamatorios, y cuando quedan desbalanceados con los
Omega-6, o bien porque el consumo de éstos es en grandes cantidades o bien
porque no se ingieren suficientes Omega-3, es otro paso más hacia la
inflamación celular crónica teniendo la insulina disparada por los CHO’s.
Ausencia o disminución de ingesta de proteínas: La proteína en principio sacia
por unos mecanismos hormonales que próximamente veremos, y además contraregula
la insulina haciendo que se segregue glucagón, hormona que tiene los efectos
contrarios a la insulina. No se trata de atiborrarse con proteína como abogan
muchas dietas (Paleo, Dukan, etc), sino adecuar la cantidad que precisa cada
persona según sus necesidades, y sobre todo su actividad física. Además, debe de
ir balanceada con los CHO’s. Como veis, una de las claves es el equilibrio
entre los diferentes conceptos que os muestro.
Dado que esta
inflamación celular se encuentra por debajo del dolor, ese es el principal
motivo que la hace peligrosa: mientras no haces nada al respecto, sigue
atacando a tus órganos hasta que pasados unos años las lesiones celulares
ocasionadas, te provocarán una enfermedad crónica visible.
Esta enfermedad
crónica la provoca la inflamación, sí. Pero también está provocada por la
expresión de los genes, activando o desactivándolos como ya vimos en la
Epigenética.
La solución para
revertir esta situación, se encuentra la modificación del primer factor que
originó esta situación: la dieta.
“Bueno, a mi no
me interesa esto… Yo estoy delgado…” Sí, puede ser… pero por poco tiempo en el
mejor de los casos, porque en el peor y según tu genética, puedes seguir
comiendo de forma que mantengas la inflamación muchos años, perdiendo energía y
acelerando tu envejecimiento global y el más preocupante: el envejecimiento
cerebral.
Las personas
delgadas debido a su programación genética, en lugar de almacenar el exceso de
energía en forma de grasa, ésta se transforma en radicales libres, acentuando
su inflamación, así como su envejecimiento.
Para mostraros un
ejemplo gráfico de este tipo, podrías visualizarlo muy delgado con las
extremidades muy finas y alargadas, pero con el paso del tiempo cada vez con la
tripa más hinchada (barriga cervecera), típico signo de una situación pre-diabética
por hiperinsulinismo.
Con toda
probabilidad, estarás necesitando comer más de la cuenta para poder obtener un
poquito de energía, dado que uno de los efectos de la inflamación celular
crónica es que necesitamos (tanto con sobrepeso como sin él) mucha comida para
generar ATP, que es en definitiva la energía que precisamos para vivir, dormir,
pensar, entrenar, etc.
Esto es debido a
la secreción excesiva de insulina, dado que es una hormona de almacenamiento
haciendo que nuestras reservas adiposas sólo conozca el camino del depósito. Lo
ideal sería es que ese camino fuese de almacén y de gasto, y eso se consigue
con la moderación de la insulina.
Si tienes interés
por saber si padeces este tipo de inflamación, aquí te muestro como poder saberlo
a través de una simple analítica de sangre:
1- Ratio Á. Araquidónico / EPA (Ácido Eicosapentaenóico);*
Peligroso: >15; Alto: 10;
Bueno: 3; Ideal: 1,5;
2-
Insulina en ayunas: Peligroso: >15uU/ml; Alto:
10uU/ml; Bueno: 5uU/ml; Ideal: <5uU/ml;
3- Ratio de TG (Triglicéridos) / HDL (Colesterol “bueno”);
Peligroso: >4; Alto: 3;
Bueno: 2; Ideal: <1;
*Este parámetro analítico al margen de no resultar
económico, con casi total seguridad es probable que tu médico y/o laboratorio
lo desconozca.
En el siguiente
artículo conoceremos y explicaremos el nuevo puzzle endocrino que debes conocer
para conseguir tus objetivos.
Hasta el próximo
artículo y cuídate.
Jesús EP
masca104@hotmail.com
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