Antes de nada hay que señalar que la naturaleza diseñó a la mujer
esencialmente para concebir. A partir de ahí podemos entender muchas cosas que
aparentemente no entenderíamos en la cultura occidental actual como pueden ser
las esculturas prehistóricas en algunos casos, donde se consagra y adora esa
función especial de la mujer o incluso personificando a la madre naturaleza y su
acción de crear. (Venus de Willendorf. Paleolítico)
Esa grasa en unas caderas más anchas que en los varones, a modo de
almohadilla que recubre caderas y glúteos, tiene su función primigenia en
acoger al ser que está por nacer. Se trata de una grasa estrogénica,
conteniendo dicha zona muchos receptores para estas hormonas, y se tiene en
mayor o menor medida según los hábitos, la genética, la alimentación de la
mujer en cuestión, pero sobre todo por el simple hecho de ser mujer.
Esta grasa se ha convertido en el “mal” de muchas mujeres debido a los
actuales cánones de belleza occidentales, donde impera esa imagen de mujer “perfecta”
con las curvas justas y de extrema delgadez aunque con los labios y los pechos
aumentados utilizando para ello la cirugía estética, también usada para reducir
esta grasa ginecológica de las caderas, que en realidad no han supuesto un
problema estético hasta hace aproximadamente unos 20 o 25 años.
De hecho en Brasil, dónde no hace
mucho imperaba un ideal femenino muy
personal, exclusivo, autóctono y por qué no decirlo: sensual…, el canon dictaba
que se debían tener grandes y anchas caderas, junto a redondas y celulíticas nalgas,
en combinación con unos pechos firmes pero pequeñitos… Pero también llegaron
los cánones globalizados y sus ideales, cediendo terreno las exuberantes
caderas a costa de aumentar el tamaño de los pechos de las brasileñas,
llegándose a multiplicar las intervenciones de este tipo junto a las de
reducción de caderas mediante la liposucción.
Y si me permitís una pequeña pero interesante reflexión sobre los
ideales de belleza, he de decir que normalmente los ideales masculinos y
femeninos son autoimpuestos. ¿Qué quiero decir con esto? Que paradójicamente el
hombre se autoimpone un ideal para sí mismo, en el que él mismo determina lo
que puede gustar o atraer al otro sexo, al mismo tiempo que de la misma forma
también lo hace la mujer. Esto sucede en función de las modas, las tendencias y
lo que determine directamente o indirectamente el conjunto de la sociedad en
sí, según el momento o la situación en la que nos encontremos.
Os ilustraré con un ejemplo actual: dejarse la barba el hombre.
Actualmente la tendencia y la moda marca que esto debe ser así, y el hombre
opta por autoimponerse este atributo. De ese modo la mayoría de mujeres lo
empiezan a ver como normal, e incluso les comienzan a resultar atractivos estos
hombres barbudos, hasta a las mujeres que no les gustaba absolutamente nada y
jamás se habían planteado tener como pareja un hombre con barba.
Por otro lado paradójicamente, no suelen coincidir antropológicamente
los gustos de lo que ofrecemos y de lo que nos ofrecen. Otro ejemplo práctico
para que lleguéis a visualizarlo, puede consistir en un varón que quiere estar
lo más musculado posible, porque él así se siente bien con su imagen pero no
teniendo en cuenta que su masa muscular extrema, no levanta demasiada pasiones
entre las féminas, aunque él crea que así tiene muchas más posibilidades de
gustar a muchas más mujeres.
Otro ejemplo al contrario, es una mujer que acude a la cirugía para
implantarse más talla de pecho, se mantiene lo más delgada posible y se retoca
mediante alguna intervención estética el rostro. En esa imposición de la
sociedad tendente a estar lo más delgada posible y carente de caderas (ideal
femenino andrógino de la “moda de pasarela” impuesto por los modistos),
encontramos que quizá a la gran mayoría de la sociedad masculina no les guste
esa delgadez extrema que parece que toda mujer debe lograr, a pesar de su
altura, constitución, genética o biotipo. Hasta en eso, no llegamos a coincidir
hombres y mujeres.
Siguiendo con el tema que nos ocupa, ya hemos visto que esta grasa de la
cadera en la mujer es especial, y por dicho motivo no se comporta al igual que la que almacenamos en el resto
del cuerpo. Cuando una mujer quiere adelgazar o se plantea perder grasa de
forma global o de esta zona de las caderas, identifica que lo hará como un
hombre. Por ello, se pondrá a “dieta”, comenzará un plan más o menos serio de
ejercicio y pasado un tiempo verá que pierde peso, observando que la grasa de
las caderas no se mueve de ahí.
Sobre todo veremos que esta persona pierde a gran velocidad (si la dieta
es muy extrema) durante las primeras semanas, grasa y volumen de la cara,
apreciándose las ojeras y los pómulos considerablemente. Si se continúa a este
ritmo podría quedar descolgada la piel del cuello (papada) creando un pliegue
considerable al no dar tiempo a que se adecue la tersura de la piel a la nueva
situación.
También veremos disminuir los senos, corriendo el riesgo que queden
marcas (estrías) por la velocidad a la que van adelgazando con un aspecto
estético deficiente, complementado con los efectos de los rebotes (efectos
yo-yo) a lo largo de los años, al no mantener lo conseguido por hacerlo de
forma incorrecta. Ocurre lo mismo con la parte posterior de los brazos, las
famosas “colganderas” de los tríceps: también se puede amplificar el problema
en esa zona.
Por supuesto el contorno de la cintura y el abdomen disminuirá, pero con
el riesgo de padecer más estrías y el problema de piel sobrante, que se puede
convertir en irreversible en algunos casos extremos, y teniendo finalmente que
acudir a la cirugía estética para arreglar este problema.
¿Y la grasa de la cadera y el culo…? ¡Horror! ¡Aún sigue ahí…! Esa mujer
volverá a retocar su “dieta”, extremando más aún la disminución de calorías y
nutrientes y pensando: “Si he perdido peso con esta cantidad de comida…, si
como menos, la grasa de la cadera se empezará a quemar…” “Y ¿si a esto, aumento
el tiempo que salgo a correr…?”
Lo que estará provocando es una potenciación de un terrible efecto
rebote, que tarde o temprano llegará con unos efectos devastadores
metabólicamente hablando, ya que estará sobreelevando el cortisol a cantidades
suicidas, desajustando todo el puzzle hormonal que vimos en uno de los anteriores
artículos.
Dejemos claro que esta grasa no actúa como el resto. Ya hemos dicho que
tiene un componente hormonal muy importante. Esto no quiere decir que existan
unas mujeres con más estrógenos que otras, ya que más o menos todos los seres
humanos sanos y normales, nos encontramos en unos rangos y cantidades
homogéneas y calibradas con unos máximos y unos mínimos, de cualquier parámetro
endocrino.
Lo que sí más puede influir en estos casos, no es la cantidad de hormona,
sino los receptores celulares de la grasa que las mujeres presentan en las
caderas: A unas chicas la misma cantidad de hormona, puede dar la orden a estos
receptores celulares que acumulen más grasa que otras, con la misma cantidad de
estrógeno.
Las claves para manejar esta grasa estaría en
estos factores:
-
EL PROTOCOLO DE EJERCICIO ADECUADO.
-
LA ALIMENTACIÓN CORRECTA.
-
SUPLEMENTACIÓN o TRUCOS QUE NOS PUEDEN AYUDAR.
En el próximo artículo lo
detallaremos. ¿Te interesa?
Jesús EP
masca104@hotmail.com
Interesantísimo y muy bien explicado, estoy deseando leer la próxima entrada.
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